La UNESCO (2023) advierte que América Latina enfrenta una escasez creciente de docentes calificados. En Chile, el Consejo de Rectores y Rectoras de Universidades Chilenas, CRUCH, proyecta un déficit superior a 33 mil profesores para 2030. Las señales son claras: entre 2018 y 2022, la matrícula de primer año en pedagogía cayó un 43,3 %, y en regiones como Aysén o Arica-Parinacota, la baja supera el 56 % (CEM, 2024). Pero, ¿qué ocurre con la vocación docente?, ¿por qué esta crisis persiste?
Un proyecto de ley busca flexibilizar el ingreso a pedagogía, intentando corregir los efectos de exigencias académicas. Pero el problema va más allá del acceso: las condiciones para ejercer la docencia hoy no son sostenibles.
Los datos son elocuentes. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE (2023), los sueldos docentes en Chile están por debajo del promedio de otras profesiones universitarias. A cinco años del egreso, un profesor gana un 46 % menos que sus pares (Mi Futuro, MINEDUC).
El desgaste emocional también es crítico. Entre un 50 % y 85 % del profesorado reporta altos niveles de estrés. Las licencias por causas psicosomáticas ya superan a las disfonías (Informe Ergonómico, 2023). En Educación Parvularia, un 36,6 % de las educadoras presenta síntomas de agotamiento emocional (MINEDUC, 2024).
A ello se suma la falta de preparación frente a la diversidad: el 84 % de los docentes no se siente capacitado para atender a estudiantes con necesidades diversas, y el 93 % exige mayor formación especializada (Sagredo-Lillo et al., 2024).
El bienestar docente sigue relegado. Iniciativas como la Bitácora del Autocuidado han centrado la atención en lo individual, sin abordar las causas estructurales del malestar (López, 2022; Vargas Pérez et al., 2025).
Aunque la ciudadanía valora a los profesores, ese reconocimiento no se traduce en políticas sostenidas. La docencia sigue tratándose como vocación, no como una profesión estratégica. Dignificar la carrera docente es una responsabilidad país.
La educación no puede sostenerse sin educadores. Y los educadores no pueden sostenerse sin condiciones dignas, reconocimiento y apoyo real. No se trata de convencer a los jóvenes de ser profesores. Se trata de construir un país donde quieran serlo.