La calle: escuela para la vida

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Blog Académico

Para quienes nos hemos dedicado a la educación escolar, la calle nos parece una amenaza a los objetivos educacionales, pues no tenemos control sobre lo que en ella sucede y porque su contenido no es regulado por los agentes formales de que dispone el Estado, por lo que en ella nuestro rol se diluye en la misma medida que emerge en su plenitud el ciudadano.

En la calle, a falta de educadores, está la policía, pero sabemos que es imposible que exista una fuerza capaz de controlar todo lo que realiza o dice la gente en este espacio público y, por tanto, es ingenuo desconocer el valor que éste tiene en la generación o trasformación cultural de la sociedad.

Desde siempre, en especial desde 2006, la calle de los jóvenes parece ser una protagonista no esperada en la construcción política convencional, pues se ha mostrado con la fuerza suficiente para remover ministros, cambiar o modificar leyes orgánicas, alterar programas de Gobierno, visibilizar problemas que el establishment oculta e ignora, por lo que en las escuelas, liceos y colegios debiéramos reflexionar sobre algunos aspectos del ”currículum no formal de la calle“ y discutir cómo mejorar nuestras prácticas pedagógicas cívicas.

No es descabellado pensar que la calle representa una naciente distopía en donde los movimientos sociales anticipan no sólo la ruptura con la sociedad tradicional, sino que avanza a una que busca formas diferentes de ejercer el poder (pero sin poder), de acometer la representación y participación ciudadana, la reasignación de fines y roles familiares, la responsabilidad de la  escuela en el contexto de una educación auténtica (para la vida) y una nueva concepción de las responsabilidades civiles.

La calle es una escuela de la vida para los ciudadanos, porque en ella se encuentran principios y fundamentos sobre los que se estructura la moral, la política, la filosofía e, incluso, la religión. De hecho, uno de los filósofos más grandes de la tradición occidental, Sócrates, hizo del espacio público que le ofrecía la calle, el mercado y el gimnasio el lugar más apropiado para enseñar la Areté (virtudes) a sus conciudadanos, especialmente a los jóvenes.

Aladino Araneda Valdés
Académico Facultad de Educación
Universidad Católica de la Santísima Concepción